Necesito
cerrar los ojos para oír el viento marcharse. Los soplidos que antes han
golpeado puertas y ventanas y agitado árboles indefensos se pierden a lo lejos
convertidos en silbidos moribundos que devuelven la calma y el silencio. De
este modo siento cómo se retira Joan Baez, su voz (y el aura que muy pocos
merecen conservar) apagándose hasta enmudecer, nosotros dentro, ella en plena
naturaleza. No volverá a subirse a un escenario y se despedirá de 60 años de carrera
con una larga gira de cinco meses de conciertos por Europa.
En su último
disco Joan le silba al viento, Whistle down the wind, y con las diez canciones
que le ha tomado prestadas a Tom Waits, Josh Ritter y Joe Henry entre otros, se
marcha sin frases lapidarias, sin puñetazos en la mesa ni la necesidad de
vestirse broches de oro concebidos para cerrar brillantes carreras, sino
perdiéndose a distancia, de frente y con una sonrisa, para que sintamos que ya
la echamos de menos. Joe ha estado a su lado, diez días en el estudio para
adornar con lo mínimo (la sutileza elegante de la discreción), un hermoso
trabajo. Escuchen Silver blade, Last leaf o Civil War para que el viento les
roce la cara.
Fare Thee
Well Joan!
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