Meses de expectación, semanas, días… Primero podemos escuchar un tema, después otro, más tarde todo el disco al alcance… Y hoy es el día oficial en el que está a la venta Thrum. Vamos quedando pocos, los que aún echamos mano de la cartera para llevarnos un disco a casa bajo el brazo o esperamos a recibirlo con impaciencia en el buzón.
Thrum
al cubo ya. Tres escuchas de concentrada dedicación, la música que
nada por sus 55 minutos y nada más. Para compararlo con sus
hermanos, para descubrir la marca de fábrica, para entrar y pasear
por sus canciones, para dejarse sorprender por lo inesperado o
regocijarse con la excelencia prevista, para caer
en una hora de hipnótico éxtasis.
Una,
dos y tres veces crees
ver a Joe y a
los demás (Jay, David,
Patrick, Levon, Ryan…) creando
música flotante en la quietud de una habitación, en horas que no
terminan encogiendo y estirando palabras, cabalgando percusiones,
bordando ritmos palpitantes, barnizando el eco de la teclas, a saltos
desde los pulmones con sutiles brisas o aires estrujados. Así se fabrican 11
canciones que nos apartan un rato del mundo.
A
veces me parece escuchar canciones que habrían encajado bien en Tiny
voices o en Reverie. O creo que una y otra se descartaron en su
momento de Invisible hour. Pero tras la segunda y la tercera escucha
de todo Thrum siento las 11 canciones como un nuevo mensaje propio y
auténtico, un estado de ánimo diferente que de tanta satisfacción
me deja sin palabras.
Sí,
Joe Henry, el mismo, el de siempre pero diferente. La música en sus
manos se muestra abierta a alcanzar emociones placenteramente
escalofriantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario