“Escribimos
sobre la proximidad: yo y tú, nosotros y Dios, la esperanza y el
miedo, la oscuridad y la siguiente luz, nuestra
vidas chispeantes y la percepción de su final”.
Como
tú, hay alguien que en el mismo tiempo, unos pocos días, le ha
prestado a Thrum casi cuatro horas de su vida. Mientras la noche te
envuelve en el último paseo del día que os dais tu perro y tú; en
la quietud de una habitación que ilumina una tenue lámpara junto a
una botella de vino. Tú le has dicho antes que ese es el tiempo que
le has dado al nuevo disco de Joe Henry para pasarle la lengua por
encima y frotar los labios, darle un bocado y masticarlo con calma,
llevarlo al fondo de la garganta y tragarlo, expulsar el aliento que
desprende su agradable sabor. Y él te cuenta que ha hecho lo mismo,
a su manera, y que además la música de Thrum le introduce en un
clima y le transmite unos pensamientos que le encantan tanto como a
ti. La música, que avanza como el cauce del río de sangre que nos
une.
“Os
ofrezco estar once canciones como la madera al fuego; fueron creadas
para que se consumieran”.
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