Es
el tercer disco de Joe. Me llegó estos días desde Suiza a través
de Amazon. Es una copia
usada en buen estado con unas letras, las mismas, pintadas con
rotulador negro en la cubierta del libreto interior y en el propio
CD. Desde un punto inconcreto de Suiza llegó Suffletown a casa para
seguir completando la colección. No
tengo urgencia por acabar
la discografía y contemplarla con
sus copias originales
en uno de los estantes del salón. Me faltan pocos álbumes, que
llegarán. Son obras lejanas, sus primeros trabajos, que escuché
hace tiempo y que
me gustaron menos que lo que grabó desde mediados de los noventa.
Me falta por palpar
Talk of heaven y Murder of crows, y Short man’s room y Kindness of
the world. De Trampoline encontré una copia en una tienda de segunda
mano en Munich. De Fuse compré una original en Amsterdam. Scar,
Civilians y Blood from stars los compré en la misma tienda de
discos de mi ciudad, por la que hace mucho tiempo que no voy. Thrum, Tiny
voices y Reverie cayeron a través de Amazon también. Invisible hour
apareció casi sin querer en un HMV de Southen-on end. Y los viajes
en tren con Billy Bragg los adquirí en Barcelona.
Shuffletown,
desde Suiza, era el único disco de Joe que me faltaba por escuchar.
Produce su amigo y mentor T Bone Burnett en 1990. Se advierte al Joe
Henry creador de envolventes canciones, pero distante aún del
profundo compositor que es hoy, con preferencia por el contrabajo y
la acústica y más inclinado al rock y al country. Un disco
irregular, pero para mí de gran valor.
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